¡QUÉ BELLO ES VIVIR!
Por Roberto Baños
Ha sonado el
despertador.
Nuestro
personaje se despierta como si fuera un resorte. La radio comienza a sonar. Son
las noticias y están dando el parte meteorológico. “Hoy es primavera y
esperamos tener en nuestra ciudad 28 grados centígrados”.
Luce un sol
espléndido y está despejado.
Se levanta.
Una vez duchado, afeitado y aseado, se dispone a tomar el desayuno. Café recién
hecho, huevos, jamón, pan tierno y mantequilla que pocos minutos después se
convierten en restos irreconocibles en el plato.
Qué espíritu
se le ha puesto. Hoy va a ser un día maravilloso; los componentes son todos de
diez.
Espera un
magnífico paseo después del copioso desayuno. Ya se sabe: “la primavera la
sangre altera” y las fuerzas son magníficas.
Desde luego
-piensa- si vale la pena una estación del año, es la primavera; de eso no cabe
duda. Las grandes sensaciones que produce son inigualables.
Una vez
vestido con un traje fresco y de tonos suaves, estima que un pañuelo en el
bolsillo externo de la chaqueta no irá nada mal.
Bueno ¡ya
está!.
El aspecto es
magnífico, a tono con el paseo y día. Además, hoy no trabaja y su ilusión por
esa llegada de la primavera ha merecido su dedicación al acicalamiento
personal.
-¡Ah!- un
poco de colonia diferente que tiene para ocasiones especiales, no le vendría
mal.
Apenas llega
al umbral del portal con la calle, respira hondo un par de veces.
Huele
verdaderamente a limpio, e incluso si quieres, a algo diferente.
Unas pequeñas
partículas de polen desprendido de los árboles que jalonan la acera, caen por
su cara y manos, haciendo que sienta un picorcillo e incluso estornude.
El sol, al
darle en la cabeza, cara y manos, le produce un calor inmediato, creando una
sensación placentera.
Me cubriré la
cabeza, -piensa-.
Por si acaso,
y debido a un sobrecalentamiento excesivo que pueda producir un posterior
malestar, se coloca un sombrero.
También saca
unas gafas oscuras, que se coloca sobre sus ojos.
Acto seguido,
saca del bolsillo una varita blanca y la despliega telescópicamente.
Una vez toca
el suelo, palpa en derredor de derecha a izquierda, hasta toparse con un mojón
de piedra que existe en el lateral, harto conocido.
Se pega a él,
gira hacia la izquierda y pegadito a la pared, tanteando el frente y los
flancos, se pierde por la acera.
Por momentos le crecen las alas, ¿o me lo figuro yo?, creo que no, hasta oigo campanillas, ¡que bueno vivir!
ResponderEliminarInspiras aire con los ojos cerrados, sueltas el aire con una sonrisa, y te quedas con un estado muy placentero el resto del día. Lo leeré a menudo.
ResponderEliminar