lunes, 16 de diciembre de 2013

RELATOS LITERARIOS: Ghost


GHOST

Por Roberto Baños


Era una tarde de Navidad.

Venía corriendo como un poseso por la acera y dobló la esquina a toda velocidad.

Se pegó a la fachada y miró hacia atrás para ver si le seguían. Al comprobar que no, dio un bufido y se secó la frente llena de gotas de sudor. Sacó del bolsillo derecho una manzana hermosa y clavó en ella sus dientes dejando una huella del pedazo arrancado.

Qué rica –pensó-, con el hambre que tenía y la oportunidad que tuvo de ver a la tendera de la frutería, dos calles más abajo, distraída en despachar a una clienta.

Lo peor de todo fue que, al sacar la manzana que eligió, desequilibró todas las expuestas, y produjo un desmoronamiento de la torre hecha con ellas, las cuales se esparcieron por toda la acera produciendo un caos entre los viandantes y los gritos que comenzó a proferir la dueña ante tal desaguisado.

El mozalbete no tendría más de 7 años. Su aspecto descuidado y sus ropas andrajosas y escasas demostraban su pobreza. Unas zapatillas (que se adivinaban fueron blancas de nuevas) a las que le faltaban pedazos y por las que asomaban una parte de los dedos, completaban su atuendo.

Una vez engullida la manzana y ya más sosegado, se volvió hacia la pared en la que se había recostado.

No era una pared, sino el enorme cristal del escaparate de una juguetería.

Sus ojos se abrieron desmesuradamente, como si quisiera verlo todo a la vez. ¡Qué espectáculo!. De arriba abajo y de izquierda a derecha, juguetes de todo tipo se apretujaban unos delante de otros como si se peleasen por salir en una foto.

Ni siquiera notó el frío reinante. Contempló uno por uno cada juguete expuesto y lo fotografió en su mente al tiempo que experimentaba la sensación de que jugaba con ellos.

Se vio deslizándose por las aceras, montado en un inverosímil equilibrio sobre un monopatín. Dirigiendo por radio control un precioso coche rojo de carreras de gruesos neumáticos. Encestando un tiro de tres con un balón de baloncesto. Creando un gigantesco monstruo con las piezas de plástico de un puzzle.

De repente, sus ojos se pararon en una imponente bicicleta de montaña. ¡Eso sí que era un juguete!. Sus sueños hechos realidad. Ya no necesitaría correr por todas partes. Si tuviera esa bicicleta, se sentiría como un rey en su trono. Le acompañaría a todas partes, como si fuera un caballo y él un cowboy en el Oeste.

Se frotó las manos, pues sintió frío, y eso le hizo volver a la realidad. Nada de aquello que estaba viendo era posible para él, ya que al no tener familia ni parientes nadie podría comprárselos.

Sus ojos se humedecieron y dos gruesas lágrimas resbalaron por su cara, formando un surco que inmediatamente se enfrió debido a la temperatura.

Absorto en sus pensamientos no se había dado cuenta de que un coche negro se había parado en la acera, y un hombre de mediana edad se había bajado y caminado los pasos que de él le separaban hasta colocarse justo detrás.

Oyó una voz grave que le dijo: ¿qué piensas que es más bonito?.

Levantó los ojos hacia el escaparate pero no encontró a nadie. Se volvió y vio a un señor, al tiempo que como un autómata respondió: la bicicleta es la más preciosa que he visto nunca.

Bueno –dijo el extraño- vamos a por ella, yo te la regalo. Le tendió la mano y el niño se la dio.

Media hora más tarde se encontraban a la puerta de la tienda, mientras sujetaban entre ambos la bicicleta del escaparate.

Gracias señor –musitó el niño- nunca le olvidaré. Van a ser las Navidades más hermosas de mi vida, aún cuando no pueda enseñársela a mis padres porque no los tengo. Murieron los dos cuando yo era pequeño y me recogió un vecino, ya mayor, con quien vivo.

Bueno –dijo el extraño- ¿no la montas para probarla?.

Sí claro –respondió el niño- al tiempo que iniciaba la acción. Por cierto, no sé cómo se llama usted.

Sujetó el sillín con la mano derecha y giró por detrás para montarla por la parte izquierda. Se subió agarrando el manillar con ambas manos, al tiempo que enganchaba los pedales con los pies.

Se volvió para el señor y observó que había desaparecido.












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