EL EQUIPO MÉDICO
HABITUAL
Se encontraba
ya listo para empezar.
Tenía la bata
verde puesta y había pasado por el lavado de manos de desinfección. El equipo
estaba también preparado y el paciente tendido sobre la mesa de operaciones,
hablando con el anestesista.
No le va a
doler nada -le dijo- sólo va a sentir un fuerte calor que le subirá del brazo
donde está el suero hacia la cabeza. No se ponga nervioso. Será una sensación
rara. Cuando esto suceda intente contar despacio del uno al diez, al tiempo que
piensa en el grafismo del número que vaya a decir. Dentro de un rato todo habrá
pasado.
Cuando el
ayudante le dijo al doctor que podía empezar cuando quisiera, miró hacia la
puerta traslúcida de separación del quirófano y vio la figura de la esposa del
paciente de pie a través de ella. Era una mujer imponente, alta, rubia, de
bonitas y largas piernas, capaz de hacer volver la vista a su paso, a
cualquiera.
Se dirigió
hacia su equipo y dijo:
-
¡Comencemos ya!
-
Presión: 8-12
normal, contestó el anestesista.
-
Pulsaciones: 90 y
bajando, en veinte segundos quedarán
en 60.
Bajó la
mirada hacia la porción de pecho que el cuerpo tenía al descubierto y que
aparecía teñida de color cobrizo por el yodo.
-
¡Bisturí!
-
Como una
lección ya aprendida, el equipo médico pasaba el material al catedrático a
medida que lo iba pidiendo. Su mano firme, dibujó sobre el pecho una línea que
conforme avanzaba iba dejando un surco que por momentos se abría, como una
enorme boca.
Los
ayudantes, iban empapando gasas en la sangre que manaba. Cuando tuvo la
abertura trazada pidió cincel y martillo. Con autoridad, apoyó el cincel en el
esternón y con el martillo golpeó cuatro veces, hasta que cedió como si se
tratase de una silla de madera.
Ahora los
ayudantes tiraron desde ambos lados y el pecho se abrió en canal. Durante más
de tres horas trabajaron cortando arterias, haciendo bypasses y colocando venas
de plástico en sustitución de otras, ya necrosadas.
En un momento
determinado, el cirujano jefe dijo:
-
Sigan ustedes.
-
Se dirigió a
la puerta y salió quitándose los guantes de goma. La señora estupenda le
esperaba.
-
¡Ya está! –le
dijo-
-
-
¿Cómo ha salido
todo? Preguntó la señora.
-
Bien, -respondió-
es fuerte y saldrá adelante.
-
La miró a los
ojos. Eran de azul intenso. También ella le miró a los ojos y sus labios
hicieron una mueca, apenas imperceptible.
Regresó al
interior del quirófano. Ya habían acabado y un ayudante estaba colocando las
últimas diez grapas.
Uno de los
jóvenes ayudantes le preguntó:
-
Perdone doctor,
pero tengo una duda …
-
Bueno, ¡suéltela
ya! –le contestó-
-
Cuando estaba
usted injertando en la aorta el ramal izquierdo, ¿tenía el marcapasos en off?
-
¡Naturalmente! ¿o
es que no lo vio?
-
Es por eso
doctor, sólo vi el momento en que al colocarlo fluía la sangre a mucha
velocidad, tal vez demasiada para resistir las recientes suturas de los
injertos.
-
Pues debería
estar usted más atento a su trabajo ya que esas dudas “a posteriori” no son de
posible rectificación y tendría que haberse cerciorado de ello en ese momento y
no ahora. No obstante, para su tranquilidad, le diré que yo sí estuve atento y
fue realizado en perfectas condiciones. Si el paciente no pasa, será por otros
motivos ajenos a nuestro trabajo. Está mal decirlo, pero la seguridad de lo que
hacemos es del ciento por ciento. Vaya usted tranquilo.
-
¡Gracias doctor!
-
A propósito,
preguntó el cirujano ¿cuánto tiempo estará usted con mi equipo?.
-
Me trasladan
pasado mañana a Houston profesor. Doy por terminadas mis prácticas en este
hospital.
-
Bueno, pues
suerte -contestó el doctor-.
Tres meses
más tarde, si aquel joven doctor hubiese sabido que el cirujano jefe se estaba casa ndo con la viuda del paciente que operaron, con aquella rubia
impresionante que pasó una semana al pie de la cama, mientras duró el coma de
su esposo, hubiese dudado de si el aparato que éste dejó muy cerca del corazón
estaba activado por descuido o por el contrario había sido premeditado.
Menos mal que sólo es un relato y por ello asumo es una ficción, ésto me tranquiliza bastante, pero nunca se sabe, quizá alguien debería considerar la opción de elegir el sexo del cirujano. siempre en función del paciente y su esposa... espero y deseo que ellas o ellos no sean siempre deseables, me ha divertido el relato, gracias
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