jueves, 23 de enero de 2014

RELATOS CORTOS: El equipo médico habitual


EL EQUIPO MÉDICO HABITUAL
Se encontraba ya listo para empezar.

Tenía la bata verde puesta y había pasado por el lavado de manos de desinfección. El equipo estaba también preparado y el paciente tendido sobre la mesa de operaciones, hablando con el anestesista.

No le va a doler nada -le dijo- sólo va a sentir un fuerte calor que le subirá del brazo donde está el suero hacia la cabeza. No se ponga nervioso. Será una sensación rara. Cuando esto suceda intente contar despacio del uno al diez, al tiempo que piensa en el grafismo del número que vaya a decir. Dentro de un rato todo habrá pasado.

Cuando el ayudante le dijo al doctor que podía empezar cuando quisiera, miró hacia la puerta traslúcida de separación del quirófano y vio la figura de la esposa del paciente de pie a través de ella. Era una mujer imponente, alta, rubia, de bonitas y largas piernas, capaz de hacer volver la vista a su paso, a cualquiera.


Se dirigió hacia su equipo y dijo:
-                     ¡Comencemos ya!
-                     Presión: 8-12 normal, contestó el anestesista.
-                     Pulsaciones: 90 y bajando, en veinte segundos quedarán
en 60.

Bajó la mirada hacia la porción de pecho que el cuerpo tenía al descubierto y que aparecía teñida de color cobrizo por el yodo.

-                     ¡Bisturí!
-                      
Como una lección ya aprendida, el equipo médico pasaba el material al catedrático a medida que lo iba pidiendo. Su mano firme, dibujó sobre el pecho una línea que conforme avanzaba iba dejando un surco que por momentos se abría, como una enorme boca.

Los ayudantes, iban empapando gasas en la sangre que manaba. Cuando tuvo la abertura trazada pidió cincel y martillo. Con autoridad, apoyó el cincel en el esternón y con el martillo golpeó cuatro veces, hasta que cedió como si se tratase de una silla de madera.

Ahora los ayudantes tiraron desde ambos lados y el pecho se abrió en canal. Durante más de tres horas trabajaron cortando arterias, haciendo bypasses y colocando venas de plástico en sustitución de otras, ya necrosadas.

En un momento determinado, el cirujano jefe dijo:

-                     Sigan ustedes.
-                      
Se dirigió a la puerta y salió quitándose los guantes de goma. La señora estupenda le esperaba.

-                     ¡Ya está! –le dijo-
-                      
-                     ¿Cómo ha salido todo? Preguntó la señora.
-                     Bien, -respondió- es fuerte y saldrá adelante.
-                      
La miró a los ojos. Eran de azul intenso. También ella le miró a los ojos y sus labios hicieron una mueca, apenas imperceptible.

Regresó al interior del quirófano. Ya habían acabado y un ayudante estaba colocando las últimas diez grapas.

Uno de los jóvenes ayudantes le preguntó:

-                     Perdone doctor, pero tengo una duda …
-                     Bueno, ¡suéltela ya! –le contestó-
-                     Cuando estaba usted injertando en la aorta el ramal izquierdo, ¿tenía el marcapasos en off?
-                     ¡Naturalmente! ¿o es que no lo vio?

-                     Es por eso doctor, sólo vi el momento en que al colocarlo fluía la sangre a mucha velocidad, tal vez demasiada para resistir las recientes suturas de los injertos.

-                     Pues debería estar usted más atento a su trabajo ya que esas dudas “a posteriori” no son de posible rectificación y tendría que haberse cerciorado de ello en ese momento y no ahora. No obstante, para su tranquilidad, le diré que yo sí estuve atento y fue realizado en perfectas condiciones. Si el paciente no pasa, será por otros motivos ajenos a nuestro trabajo. Está mal decirlo, pero la seguridad de lo que hacemos es del ciento por ciento. Vaya usted tranquilo.
  
-                     ¡Gracias doctor!

-                     A propósito, preguntó el cirujano ¿cuánto tiempo estará usted con mi equipo?.

-                     Me trasladan pasado mañana a Houston profesor. Doy por terminadas mis prácticas en este hospital.

-                     Bueno, pues suerte -contestó el doctor-.

Tres meses más tarde, si aquel joven doctor hubiese sabido que el cirujano jefe se estaba casando con la viuda del paciente que operaron, con aquella rubia impresionante que pasó una semana al pie de la cama, mientras duró el coma de su esposo, hubiese dudado de si el aparato que éste dejó muy cerca del corazón estaba activado por descuido o por el contrario había sido premeditado.



1 comentario:

  1. Menos mal que sólo es un relato y por ello asumo es una ficción, ésto me tranquiliza bastante, pero nunca se sabe, quizá alguien debería considerar la opción de elegir el sexo del cirujano. siempre en función del paciente y su esposa... espero y deseo que ellas o ellos no sean siempre deseables, me ha divertido el relato, gracias

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