viernes, 3 de enero de 2014

RELATOS LITERARIOS: La carrera


LA CARRERA

Por Roberto Baños


¡Por fin, estaba convirtiendo su sueño en realidad… ¡.

Iba a tomar la curva a 180km/h, pilotando una imponente moto de 500 cc. Prácticamente vestía de azul y blanco de base, si bien luego, las etiquetas publicitarias que llevaba cosidas al traje de tejido especial eran tan variadas, que le daban un aspecto circense de hombre-anuncio.

¡El casco sí que era bonito!. Una vez bajado el visor ahumado que protege la vista del exterior y de los impactos de los mosquitos cuando se estampan contra él, semejaba un astronauta en activo.

Su mente comenzó a trabajar en tanto sus reflejos de forma sincronizada obedecían las órdenes que tanto a través de sus manos, pidiendo más gas, o de sus pies, solicitando cambios rápidos y sincronizados, le llegaban.


Recordó los esfuerzos que había tenido que hacer para llegar a ese día. Aquellos entrenamientos exhaustivos y duros, tantos y tantos meses de estudio de la moto y de viajes a diferentes países.

No obstante y pese a todo, gracias a su tipo de vida había conocido a Sonia. ¡Un primor de mujer!. Bella y encantadora. Su familia, además de agradable y acaudalada, le había aceptado como a un hijo. De hecho, la mansión que le habían regalado a Sonia y a él como anticipo a la boda, era para animar al más reacio.

Hizo un alto en sus pensamientos y miró hacia atrás.

Aproximadamente a un segundo venía Rolf, un piloto ya conocido por sus arriesgadas pasadas y su valor puesto a prueba en numerosas ocasiones.

Casi como un autómata aceleró y la moto salió hacia adelante con un impulso violento. En ese instante, venía una curva pronunciada. Se cerró y casi acostándose, la tomó.

Como si ambos fueran uno solo, las ruedas fueron pasando de la verticalidad hacia su lado derecho.

Acostumbrado a ello, sus pies se ocultaron y su rodilla se cerró apretándose contra el carenado.

La protección de la rodilla tocó la pista y un temblor ya conocido recorrió en cadena todo su cuerpo.

Chispas y ruidos salieron de la frotación entre chasis y asfalto, y parte de la protección desapareció como si se hubiese puesto en contacto con una rueda de esmeril.

Acto seguido, la moto y el piloto, volvieron a ponerse derechos.

¡Acababa de ampliar su ventaja sobre Rolf en 30 centésimas más!.

Faltaban todavía 3 vueltas. ¡Un mundo en motociclismo!.

Para él, algo maravilloso: ganar su primer Grand Prix y empezar a ser conocido a nivel mundial.

De nuevo en su mente, sin quererlo, se olvidó de la carrera y le trajo unas imágenes diferentes.

Así, vio a Sonia el día en que la conoció en una fiesta de su escudería y cómo iba vestida. La presentación a sus futuros suegros y su grata acogida. Sus proyectos para el futuro de ambos. También el coche rojo deportivo que hacía dos días había comprado con sus ahorros.

De repente, recordó una conversación con el Director del Equipo al principio de la temporada en la que éste le señaló que “si no pasaba ese año a ser estrella, su contrato desaparecería y sus ayudas también”.

Eso podría significar para él, hasta la ruptura con Sonia … ¡no, eso jamás!.

Aumentó la velocidad al tiempo que decidía que en las próximas curvas apuraría la frenada aún a riesgo de salirse, ya que era la única forma de mantener a Rolf distante. Es decir, le ganaría con las mismas tretas que él usaba para ganar a otros.

Ya sólo quedaba una curva. Se aproximó por dentro; sus ojos vieron el velocímetro: 190kms. Demasiado fuerte -pensó-, me abriré demasiado y perderé metros. Bueno -se dijo- me alzaré para frenar con el cuerpo. Lo hizo y notó la fuerte desaceleración que produjo.

Se abrazó a la moto y se acostó como tantas otras veces, repitiendo los movimientos de: recoger el pie, apretar la rodilla contra el carenado, cambiar de velocidad, mantener la raya continua perpendicular a su mano derecha, casi al final, cambiar y acelerar, etc.

Todo iba bien y según lo calculado, tan solo que la vibración del roce de la rodilla con el asfalto fue mayor, mucho mayor, y sin poderlo aguantar, como si un gigante de fuerza poderosa le agarrara por la rodilla, se separó de la moto.

Lo que pasó después fue algo horrible.

En el momento que la rodilla se separó, la moto cayó de su inverosímil postura sobre su tobillo y se acompañó por la curva produciendo ruidos y chispas al tiempo que le arrastraba a él en su viaje.

Cruzó la pista de derecha a izquierda. Su pierna se soltó y su cuerpo por inercia comenzó a botar y dar vueltas como un títere.
Mientras esto sucedía, vio la moto harto conocida de Rolf      -amarilla y verde- que formando un conjunto armonioso con su piloto, trazaba y salía de la curva, camino de la meta.

Vio su propia moto, también girando sobre sí misma, como un tornillo sin fin, y con peligro de que le cayera encima, cosa que no pasó.

Sus vueltas en el asfalto ya habían terminado y entraban en la parte en la que, por fuerza, amortiguaría la velocidad que llevaba. La tierra con surcos, las balas de paja, las cubiertas de coches apiladas y demás cosas colocadas a este efecto, empezarían a dar el resultado esperado.

Tan solo un detalle. Algún empleado indolente había olvidado colocar la defensa correspondiente en un espacio de aproximadamente 2 metros hacia donde él se dirigía, dejando al descubierto una zanja cuyo peto ya veía de frente.

Un ruido tremendo. El impacto de su espalda contra el peto. Un salto en el aire ya sin control de manos y piernas, y un rebote contra el suelo, llegando como un pelele a toda velocidad contra las redes metálicas de vallas que protegen a los espectadores.

Quedó quieto e inerte.

Un dolor agudo se apoderó de su brazo izquierdo. Su costado comenzó a dolerle igualmente e incluso le impedía respirar con normalidad.

Jadeó y en ese momento abrió los ojos.

La postura que tenía era grotesca.

El brazo izquierdo pasaba por debajo del costado y la presión a la que el cuerpo le sometía, era tan grande, que le había cortado la circulación y estaba un tanto amoratado.

Tenía la cabeza torcida sobre el cuello en forma de mueca. Un copioso sudor mojaba todo su pijama.

Sacó el bazo del costado y lo frotó. Acomodó su cabeza en la almohada y se dispuso a seguir durmiendo tranquilamente.





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