lunes, 16 de diciembre de 2013

RELATOS LITERARIOS: Qué bello es vivir




¡QUÉ BELLO ES VIVIR!


Por Roberto Baños


Ha sonado el despertador.

Nuestro personaje se despierta como si fuera un resorte. La radio comienza a sonar. Son las noticias y están dando el parte meteorológico. “Hoy es primavera y esperamos tener en nuestra ciudad 28 grados centígrados”.

Luce un sol espléndido y está despejado.

Se levanta. Una vez duchado, afeitado y aseado, se dispone a tomar el desayuno. Café recién hecho, huevos, jamón, pan tierno y mantequilla que pocos minutos después se convierten en restos irreconocibles en el plato.

Qué espíritu se le ha puesto. Hoy va a ser un día maravilloso; los componentes son todos de diez.

Espera un magnífico paseo después del copioso desayuno. Ya se sabe: “la primavera la sangre altera” y las fuerzas son magníficas.

Desde luego -piensa- si vale la pena una estación del año, es la primavera; de eso no cabe duda. Las grandes sensaciones que produce son inigualables.

Una vez vestido con un traje fresco y de tonos suaves, estima que un pañuelo en el bolsillo externo de la chaqueta no irá nada mal.

Bueno ¡ya está!.

El aspecto es magnífico, a tono con el paseo y día. Además, hoy no trabaja y su ilusión por esa llegada de la primavera ha merecido su dedicación al acicalamiento personal.

-¡Ah!- un poco de colonia diferente que tiene para ocasiones especiales, no le vendría mal.

Apenas llega al umbral del portal con la calle, respira hondo un par de veces.

Huele verdaderamente a limpio, e incluso si quieres, a algo diferente.

Unas pequeñas partículas de polen desprendido de los árboles que jalonan la acera, caen por su cara y manos, haciendo que sienta un picorcillo e incluso estornude.

El sol, al darle en la cabeza, cara y manos, le produce un calor inmediato, creando una sensación placentera.

Me cubriré la cabeza, -piensa-.

Por si acaso, y debido a un sobrecalentamiento excesivo que pueda producir un posterior malestar, se coloca un sombrero.

También saca unas gafas oscuras, que se coloca sobre sus ojos.

Acto seguido, saca del bolsillo una varita blanca y la despliega telescópicamente.

Una vez toca el suelo, palpa en derredor de derecha a izquierda, hasta toparse con un mojón de piedra que existe en el lateral, harto conocido.

Se pega a él, gira hacia la izquierda y pegadito a la pared, tanteando el frente y los flancos, se pierde por la acera.




2 comentarios:

  1. Por momentos le crecen las alas, ¿o me lo figuro yo?, creo que no, hasta oigo campanillas, ¡que bueno vivir!

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  2. Inspiras aire con los ojos cerrados, sueltas el aire con una sonrisa, y te quedas con un estado muy placentero el resto del día. Lo leeré a menudo.

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